MUY POCAS PERSONAS MIENTEN MUCHO, PERO LA MAYORÍA MIENTE UN POCO

Es poco frecuente que nos reconozcamos como mentirosos (no es una etiqueta agradable), pero el análisis y la exposición de la mentira siempre atrae. Por citar dos ejemplos: Dr. House hacía sus diagnósticos asumiendo que todos sus pacientes mentían u ocultaban algo y el Dr. Lightman en “Lie to me” resolvía investigaciones como experto en las expresiones faciales y el lenguaje corporal involuntario para exponer la verdad detrás de las mentiras. ¿Por qué somos capaces de ser honestos y mentirosos a la vez?

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11/26/20214 min read

Todos mentimos y quien diga lo contrario es porque… miente. "Mientras engañemos solo un poco, podemos beneficiarnos de los engaños y seguir considerándonos seres humanos maravillosos", escribe el economista conductual Dan Ariely en su libro “The Honest Truth About Dishonesty: How We Lie to Everyone—Especially Ourselves”.

Es común que las personas, sin ninguna mala intención y sin sufrir afección alguna, creemos historias. Incluso quienes consideran que jamás lo harían a menudo fabulan especialmente a la hora de argumentar los motivos por los cuales han actuado de una manera determinada.

El hemisferio izquierdo tiene una especie de “Intérprete” que está constantemente evaluando el estado del cuerpo y la mente; un módulo neuronal que intenta descifrar el mundo y las propias acciones del sujeto, incluso a costa de inventar falsas memorias.

El “Intérprete” es el sistema que se pregunta ¿por qué? y ¿cómo? y luego trata de proveer una respuesta más o menos plausible, construyendo así una narrativa personal.

El inconveniente con el que nos enfrentamos es que no somos conscientes del trabajo oculto que realiza el “Intérprete” ya que no podemos diferenciar claramente entre las que son narraciones verdaderas y las inventadas, pues ambas son parte del tejido de nuestra narrativa personal.

La sensación de certidumbre y seguridad que se deriva de poder entender lo que está pasando o nos está sucediendo es una emoción esencial, así como también lo son la confusión, la inseguridad y el aturdimiento que sobrevienen cuando no nos podemos armar un modelo de cómo funciona la realidad y nosotros en ella. Todo el tiempo estamos intentando comprender qué nos pasa y encontrarle sentido a lo que nos rodea.

El “Intérprete” obedece a la ley de los datos omitidos, por lo que al no tolerar los vacíos de conocimientos siempre intentará rellenar los mismos de la mejor forma que pueda. Los filósofos de antaño lo ponían de manifiesto al decir que la naturaleza de la mente humana aborrece el vacío.

En el caso de las personas fabuladoras pasa algo diferente pues por un lado conservan la capacidad creativa pero no son capaces de analizar y comprobar sus propias fantasías, por lo que aun siendo las historias que narran muy irreales o fantasiosas, ellos tienen la sensación de que son totalmente coherentes, pues la corteza orbitofrontal no puede cumplir correctamente con su misión de control.

Muy pocas personas mienten mucho, pero la mayoría de las personas mienten un poco. La noción predominante de engaño proviene del economista de la Universidad de Chicago Gary Becker, un premio Nobel que sugirió que las personas cometen delitos basándose en un análisis racional de cada situación. Las personas sopesan lo que obtendrán con las posibilidades de que los atrapen y castiguen de alguna manera; simplemente hacen una comparación de posibles resultados positivos y negativos. Esto se conoce como Modelo Simple de Crimen Racional (Simple Model of Rational Crime=SMORC) que explica el origen de los actos deshonestos a partir de un razonamiento costo-beneficio.

Si el SMORC no es una representación precisa de nuestro proceso de pensamiento al decidir comportarnos de manera deshonesta, entonces debemos identificar qué factores realmente influyen en nuestra decisión de engañar.

Por un lado, queremos vernos a nosotros mismos como personas honestas. Por otro lado, queremos beneficiarnos a través del engaño. Claramente, estas dos motivaciones están en conflicto. Aquí es donde entra en juego nuestra asombrosa flexibilidad cognitiva. Gracias a esta habilidad humana, siempre que engañemos “solo un poquito”, podemos beneficiarnos y seguir viéndonos a nosotros mismos como seres humanos maravillosos.

Ariely dice que sus experimentos muestran que un poco de racionalización ayuda mucho. Algunas empresas comprenden intuitivamente este principio y lo utilizan en su beneficio. Exagerar las horas facturables es una oportunidad habitual y obvia, nadie comprueba cuánto se factura por una tarea determinada ni existen pautas claras sobre lo que es aceptable. Adicionalmente el que tenga la facturación más baja entre los colegas analistas es más probable que sea despedido.

The Honest Truth About Dishonesty: How We Lie to Everyone—Especially Ourselves, escrito por Dan Ariely (2012)

 En síntesis, ya sabemos que mentimos casi todos en algún momento, sin embargo, esto no debería ser motivo para dejar de confiar en las personas que nos rodean, tenemos que aceptar que todos somos propensos a mentir.

El acercarnos a las personas que nos importan, aceptarlos con sus respectivos defectos y virtudes, nos permitirá eventualmente establecer códigos y compromisos entre nosotros haciéndonos cada vez más transparentes.

Pero más importante aún, estos conocimientos nos deben servir para que nunca nos creamos dueños absolutos de la verdad, pues en muchos casos esta es en parte una maravillosa invención de nuestra creativa mente.

 Fuentes:

  • The Honest Truth About Dishonesty: How We Lie to Everyone—Especially Ourselves, escrito por Dan Ariely (2012)

  • “Let Me Come Right Out and Say It: You Cheat”- MIT Sloan Management Review

  • ¿Por qué somos capaces de ser honestos y mentirosos al mismo tiempo? Asociación Educar